Sale de la Plaza la Poza por la carretera Labaniego/Arlanza, en la
curva la Bustiriega, continua por el
sendero de la Barrera hasta el Pontón, cruza la Reguera y a través de la Mata Cubero llega al cruce
de la LLinarona.
Por el camino de San Esteban llega al Couto y gira
a la derecha pasando los parajes de los Pacederos, mata Sortico
y Prao Joaquina, donde gira a la derecha para adentrarse en el Bosque, finca de seis
hectáreas con el perímetro exterior totalmente delimitado por una muralla,
actualmente muy deteriorada, con tierras en sus adentros que antiguamente eran
muy productivas, además de viñedos, parras, árboles frutales y castaños.
Esta finca y gran parte de su entorno, incluido el
pueblo y sus gentes, sigue cubierta por
la gran sombra que durante siglos ha alimentado las historias y comentarios,
siempre avaladas por más ancianos del lugar, haciendo referencia a la existencia del convento de San
Francisco, actualmente en muy ruinoso estado, cuyos exiguos vestigios
permanecen ocultos por la exuberante vegetación.
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Fotografía: Severino Rey |
In situ aun se pueden distinguir ruinas de la casa
central, la iglesia, el cementerio, la bodega y otras, según la leyenda
ancestral de los antepasados, parece ser que dicho cenobio franciscano rendía
servidumbre al Superior de Cerezal y los legos que lo habitaban se dedicaban a
cultivar la tierra y a confeccionar hábitos para enterrar a los difuntos.
Abandona el Bosque y continua por el camino de
Labaniego a Tedejo, pasa Era el Convento
donde hasta los años setenta se majaba y trillaba, desviándose por la
Llama la Peña hasta el camino que
pasando por los Pallones, deja a su derecha la montaña del Piñeo y la izquierda
el Picotin paraje en otro tiempo
cubierto de viñedos de los que recogían el vino los lugareños y ahora oculto
por matorral y zarzas.
Continuando el camino lleva hasta las majestuosas
piedras del Pinganiello, que con aires de guardianes parecen tener vigilado
todo el valle, según la leyenda no se caen porque están atadas con una enorme
cadena. Adornando sus pies, como siempre silenciosas y serviciales a la vez,
siguen visibles las pozas del pinganiello en cuyas aguas se dejaban cocer las
mimbres con las que hasta los años 60 se trenzaban los cañizos, cestos o
talegos.
En la falda de la montaña, sometidas y prestando
servidumbre a la gran mole pétrea, se encuentran el Fuello y la Cerca, paraje
enigmático cargado de leyenda y misterio que siempre ha despertado la
curiosidad de los habitantes de Labaniego y los visitantes.
De la Cerca no existen datos documentales, si bien,
reúne todos los requisitos para haber sido un poblado nacido a la sombra del
convento, posiblemente el primer enclave o asiento del pueblo de Labaniego, se
puede ver una muralla exterior de grandes dimensiones para protegerse, la
entrada con portones fuertes y dentro aun se distinguen varios recintos, todos
ellos con su puerta de entrada, que podían ser las casas o viviendas de los
moradores, otros que podrían ser corrales para el ganado y un cementerio en el
que aun crecen los lirios.
Una vez llega a la Nogalina, la cruza y comienza a
bajar hacía Labaniego por el Sardonal, pasa el LLambiceiro y finaliza la bajada
cerca de la iglesia de Santiago,
continua por el camino del agua hasta el Rejallo, las viñas y el Canalón
finalizando en la plaza El Charcón